dolor pélvico persistente

Dolor pélvico persistente: cuándo consultar

“Tengo un dolor fijo en la zona baja del vientre que no se me pasa.”

Muchas mujeres conviven con este malestar durante meses o incluso años, adaptándose al dolor como si fuera parte de su normalidad. Pero no lo es.

El dolor pélvico persistente no debe considerarse una consecuencia inevitable de la menstruación, del parto o del paso del tiempo. Tampoco es “algo nervioso” o “una molestia sin importancia”. Es una señal de que algo no funciona bien en el sistema pélvico, que integra órganos ginecológicos, urinarios, digestivos, musculares y nerviosos.

En algunos casos, el dolor aparece de forma cíclica, coincidiendo con la regla; en otros, es constante y limita la actividad física, el descanso o las relaciones sexuales. Tambien puede aparecer durante la menopausia.

Puede afectar el estado de ánimo, el sueño y la vida social, generando una carga física y emocional importante.

Existen causas identificables y tratamientos eficaces. Detectar el origen del dolor —ya sea ginecológico, muscular o funcional— permite diseñar un plan médico personalizado que alivie los síntomas y mejore la calidad de vida.

Por eso, cuando el dolor se mantiene en el tiempo, interfiere en tu vida diaria o no responde a analgésicos convencionales, es momento de consultar.

 

Qué entendemos por dolor pélvico persistente

 

Hablamos de dolor pélvico persistente cuando las molestias en la parte baja del abdomen o pelvis se mantienen durante más de seis meses. Puede ser continuo o intermitente, afectar solo a un lado o irradiarse a la espalda o las piernas.

A menudo se intensifica con la menstruación, las relaciones sexuales o la actividad física.

Este dolor no debe aceptarse como algo “normal”, en muchos casos tiene una causa identificable y tratable.

Causas más frecuentes

El dolor pélvico persistente no tiene una única causa. En muchas mujeres intervienen varios factores al mismo tiempo. Por eso requiere una valoración integral, que contemple no solo los órganos ginecológicos, sino también el aparato urinario, digestivo, la musculatura del suelo pélvico y el estado emocional.

1.- Causas ginecológicas

Son las más habituales y las que primero se deben descartar:
• Endometriosis: el tejido similar al endometrio crece fuera del útero y provoca inflamación crónica. El dolor suele intensificarse con la regla, durante las relaciones sexuales o al defecar. Puedes saber más sobre la endometriosis aquí (enlace).

• Adenomiosis: el tejido endometrial penetra en la pared del útero, generando sangrados abundantes y dolor profundo.
• Miomas o quistes ováricos: pueden causar presión, pesadez o molestias continuas en la pelvis.
• Adherencias pélvicas: aparecen tras cirugías o infecciones y limitan el movimiento de los órganos, generando tirantez o dolor constante.

  1. Causas urológicas

    • Cistitis intersticial o síndrome de vejiga dolorosa: inflamación crónica de la vejiga sin infección activa. Provoca dolor pélvico, urgencia urinaria y sensación de vejiga llena aunque esté vacía.
    • Infecciones urinarias recurrentes: irritan las vías urinarias y pueden sensibilizar la zona pélvica.

  2. Causas digestivas

    • Síndrome del intestino irritable: alterna dolor abdominal, gases, diarrea o estreñimiento, y muchas veces se confunde con un problema ginecológico.
    • Colitis o inflamación intestinal: generan dolor bajo y sensación de hinchazón abdominal.
    • Estreñimiento crónico: el esfuerzo repetido aumenta la presión pélvica y puede provocar molestias continuas.

  3. Causas musculoesqueléticas

    • Contracturas o puntos gatillo en la musculatura del suelo pélvico: producen dolor localizado que puede irradiarse al abdomen, las ingles o la espalda baja.
    • Disfunción del suelo pélvico: un exceso de tensión o debilidad altera el equilibrio muscular y favorece el dolor crónico.
    • Atrapamiento nervioso (pudendo o ilioinguinal): genera dolor punzante o sensación de quemazón, sobre todo al estar sentada.

  4. Factores emocionales y de estrés

    El sistema nervioso y el dolor están estrechamente relacionados. El estrés mantenido, la ansiedad o experiencias de dolor no tratadas sensibilizan el sistema nervioso central y amplifican las señales de dolor.
    Aunque no son la causa principal, estos factores pueden mantener o agravar el cuadro si no se abordan.

En la mayoría de los casos, el dolor pélvico tiene un origen mixto.

Masa pélvica: cuándo sospechar

En algunas mujeres, el dolor se asocia a sensación de peso o de “bulto interno”. En estos casos, puede existir una masa pélvica.
Las causas más frecuentes son benignas, como miomas o quistes ováricos, aunque siempre requieren estudio. La exploración ginecológica y la ecografía transvaginal son esenciales para diferenciar un proceso benigno de uno que necesita valoración más detallada.

  

Cuándo consultar por el dolor pélvico persistente

El dolor pélvico ocasional puede aparecer en distintas etapas del ciclo menstrual, tras el ejercicio o por una infección puntual. Pero cuando el malestar se repite o se mantiene en el tiempo, no debe ignorarse. Consultar a tiempo evita complicaciones y permite abordar el problema antes de que se cronifique.

Debes acudir al ginecólogo si:

  • El dolor dura más de unas semanas o aparece de forma recurrente sin causa clara.
    • Las molestias aumentan con la menstruación o con las relaciones sexuales.
    • Sientes presión o pesadez constante en la zona baja del abdomen.
    • Notas cambios en el sangrado menstrual, como reglas más abundantes o manchados entre periodos.
    • El dolor interfiere en tu vida diaria, en el trabajo, el descanso o la actividad física.
    • Los analgésicos comunes dejan de hacer efecto o solo alivian de forma parcial.
    • Presentas síntomas urinarios o digestivos asociados, como urgencia al orinar, estreñimiento o hinchazón abdominal.
    • Has tenido cirugías pélvicas previas o antecedentes de endometriosis o infecciones ginecológicas.

También conviene una valoración si el dolor afecta tu estado de ánimo, genera ansiedad o sensación de agotamiento. El dolor crónico no solo es físico: tiene un impacto emocional que merece atención profesional.

En consulta, realizaremos una historia clínica detallada, exploración física y las pruebas necesarias para identificar la causa.

Cuanto antes se estudie el origen del dolor, mayores son las posibilidades de controlarlo y recuperar el bienestar.

El dolor pélvico persistente no es normal y debe ser tratado.

 

Evaluación médica
La valoración comienza con una historia clínica detallada y una exploración completa.
Las pruebas más habituales incluyen:
• Ecografía transvaginal.
• Analítica hormonal y marcadores inflamatorios.
• Resonancia magnética, si se sospecha endometriosis profunda o masas complejas.
• En algunos casos, laparoscopia diagnóstica.

 

Tratamiento del dolor pélvico

El tratamiento del dolor pélvico persistente debe ser individualizado y puede ser necesaria una intervención multidisciplinar.

No existe una única solución porque el origen del dolor puede estar en diferentes sistemas: ginecológico, muscular, urinario, digestivo o nervioso. El objetivo es identificar la causa, aliviar los síntomas y recuperar la calidad de vida.

  1. Tratamiento médico
    Cuando el origen es ginecológico, empleamos distintos enfoques:
    • Terapia hormonal: útil en casos de endometriosis o adenomiosis, para reducir la actividad del tejido endometrial y la inflamación.
    • Antiinflamatorios y analgésicos: ayudan a controlar el dolor agudo o los picos de intensidad, siempre bajo control médico.
    • Tratamientos específicos: anticonceptivos combinados, DIU con progesterona o moduladores hormonales, según el diagnóstico y las necesidades de cada paciente.
  2. Fisioterapia de suelo pélvico
    La musculatura pélvica tiene un papel clave en el mantenimiento y la cronificación del dolor.
    • La fisioterapia ayuda a identificar y relajar puntos de tensión, mejorar la movilidad de los tejidos y restaurar el equilibrio muscular.
    • Se emplean técnicas manuales, estiramientos, ejercicios de respiración y reeducación postural.
    • Además, mejora la circulación local y la sensibilidad, reduciendo la intensidad y frecuencia del dolor.
  3. Ejercicio físico y estilo de vida
    El movimiento controlado mejora la circulación, la flexibilidad y la estabilidad pélvica.
    • Actividades como caminar, yoga terapéutico o pilates clínico favorecen la relajación y la percepción corporal.
    • Dormir bien, mantener un peso saludable y evitar el sedentarismo son medidas esenciales.

 

El dolor pélvico persistente no debe normalizarse. Un diagnóstico preciso y un abordaje multidisciplinar mejoran la calidad de vida y previenen complicaciones.

 

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